Antiguas y Nuevas Esclavitudes

«Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo» (Flp 2, 5-7)

 

Antiguas y Nuevas Esclavitudes

Esclavitud “tradicional”,
Diversas formas de apartheid y colonialismo,
Cambio climático y nuevas formas de esclavitud moderna,
Tráfico de personas, Trata de personas,
Embriones congelados, Venta de niños,
Niños esclavos y trabajo infantil, Niños soldados,
Tráfico de Organos y Turismo de los trasplantes,
Mutilación sexual femenina,
Violación, Estupro e Incesto, Abusos sexuales,
Prostitución (femenina y masculina, también de menores) y Turismo sexual,
Explotación sexual de mujeres, varones, niños y niñas,
La trata de personas en la modalidad de pornografía,
Matrimonios serviles (forzado o precoz), Úteros de alquiler,
Violencia intrafamiliar (contra ancianos y personas con discapacidad, contra los niños y adolescentes, contra la mujer, contra el varón, violencia filo-parental, etc.),
Trabajo forzado,
Explotación laboral (trabajadores cautivos, esclavos domésticos, etc.),
Servidumbre por deudas
Criminalidad organizada, Comercio de droga, …

 

El Papa Francisco firmaba en 2014 una Declaración contra la «esclavitud moderna» en la que se afirmaba:

«A los ojos de Dios, cada ser humano, sea niña, niño, mujer o hombre, es una persona libre, y está destinado a existir para el bien de todos en igualdad y fraternidad. Las formas modernas de esclavitud, tales como la trata de personas, el trabajo forzado, la prostitución, el tráfico de órganos, y toda relación que no respete la convicción fundamental de que todas las personas son iguales y tienen la misma libertad y la misma dignidad, constituye un delito grave de lesa humanidad.

Nos comprometemos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance dentro de nuestras comunidades de fe y más allá de ellas para trabajar juntos, en pro de la libertad de todos los que son víctimas de la esclavitud y la trata de personas, y en aras de la recuperación de su futuro. Hoy contamos con la posibilidad de poner nuestra conciencia, nuestra sabiduría, nuestra innovación y nuestra tecnología al servicio de la concreción de este imperativo humano y moral.»

En comunión con el Santo Padre, la página Web de la Diócesis de Alcalá de Henares ofrece ahora a sus lectores esta nueva Sección – como una primera aproximación – referida, con amplitud, a las antiguas y nuevas esclavitudes, y en la que está incluida una sección anterior dedicada a la esclavitud de la prostitución.

Pintura representando la fabricación de adobes en la Tumba de Rejmira (o Rekmire)

 

«Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto, de la esclavitud» (Ex 20, 2)

«Jesús ha resucitado — Era verdad, ha resucitado el Señor, como había dicho (cf. Lc 24,34; Mt 28,5-6).

La antigua fiesta de Pascua, memorial de la liberación de la esclavitud del pueblo hebreo, alcanza aquí su cumplimiento: con la resurrección, Jesucristo nos ha liberado de la esclavitud del pecado y de la muerte y nos ha abierto el camino a la vida eterna. (…)

El Pastor Resucitado va a buscar a quien está perdido en los laberintos de la soledad y de la marginación; va a su encuentro mediante hermanos y hermanas que saben acercarse a esas personas con respeto y ternura y les hacer sentir su voz, una voz que no se olvida, que los convoca de nuevo a la amistad con Dios.

Se hace cargo de cuantos son víctimas de antiguas y nuevas esclavitudes: trabajos inhumanos, tráficos ilícitos, explotación y discriminación, graves dependencias. Se hace cargo de los niños y de los adolescentes que son privados de su serenidad para ser explotados, y de quien tiene el corazón herido por las violencias que padece dentro de los muros de su propia casa.

El Pastor Resucitado se hace compañero de camino de quienes se ven obligados a dejar la propia tierra a causa de los conflictos armados, de los ataques terroristas, de las carestías, de los regímenes opresivos. A estos emigrantes forzosos, les ayuda a que encuentren en todas partes hermanos, que compartan con ellos el pan y la esperanza en el camino común.

Que en los momentos más complejos y dramáticos de los pueblos, el Señor Resucitado guíe los pasos de quien busca la justicia y la paz; y done a los representantes de las Naciones el valor de evitar que se propaguen los conflictos y de acabar con el tráfico de las armas. (Papa Francisco, Mensaje “Urbi et Orbi” – Pascua 2017, 16-4-2017). (el color es nuestro).

Descenso de Cristo a los infiernos – Catedral de San Marcos de Venecia

 

La esclavitud del pecado, la peor y la mayor de las esclavitudes

«Todo el que comete pecado es un esclavo del pecado» (Jn 8, 34)

 

Catecismo de la Iglesia Católica

«La adoración del Dios único libera al hombre del repliegue sobre sí mismo, de la esclavitud del pecado y de la idolatría del mundo» (n. 2097)

 

Papa Francisco

«Dios ha entrado en la historia para liberarnos de la esclavitud del pecado; ha puesto su tienda en medio de nosotros para compartir nuestra existencia, curar nuestras llagas, vendar nuestras heridas y donarnos la vida nueva. La alegría es el fruto de esta intervención de salvación y de amor de Dios. (…)

El Señor viene, viene a nuestra vida como libertador, viene a liberarnos de todas las esclavitudes interiores y exteriores» (Papa Francisco, Ángelus, 11-12-2016).

«La justicia de Dios se convierte ahora en liberación para cuantos están oprimidos por la esclavitud del pecado y sus consecuencias. La justicia de Dios es su perdón (cfr Sal 51,11-16).

21. La misericordia no es contraria a la justicia sino que expresa el comportamiento de Dios hacia el pecador, ofreciéndole una ulterior posibilidad para examinarse, convertirse y creer.» (Papa Francisco, Misericordiae Vultus – Bula de convocación del Jubileo de la Misericordia, 11-4-2015)

 

Papa San Juan Pablo II

«Toda la creación canta alabanzas a Dios. Todas sus obras son motivo de acción de gracias. Y sobre todas destaca el hombre, “poco inferior a los ángeles”, el cual tiene el dominio sobre las obras de sus manos. El hombre, la criatura que puede alabar a Dios conscientemente, la que puede llegar a reconocerlo por las obras de sus manos cuando contempla “el cielo, …la luna y las estrellas” (Ibíd. 4).

Este hombre que fue creado por Dios “a imagen suya” (Gen 1, 27), según su “semejanza” (Ibíd. 1, 26), es, sin embargo, capaz de olvidarse de El y caer en el pecado, que es la peor de las esclavitudes. “Sumergido su pensamiento en las tinieblas y excluido de la vida de Dios (Ef 4, 18) –como dice San Pablo a los fieles de Efeso–, habiendo perdido el sentido moral, se entregan al libertinaje, hasta practicar con desenfreno toda suerte de impurezas” (Ef 4, 19). Es “el hombre viejo corrompido por deseos de placer” (Ibíd. 4, 22).

4. Pero el mismo Apóstol añade: “Cristo os ha enseñado a abandonar el anterior modo de vivir… a renovaros en la mente y en el espíritu” (Ibíd. 4, 22-23). “Cristo Redentor revela plenamente el hombre al mismo hombre (Redemptor hominis, 10). Sólo en Cristo “el hombre vuelve a encontrar la grandeza, la dignidad y el valor propios de la humanidad” (Ibíd.). » (Papa San Juan Pablo II, Homilía en la Canonización de los beatos Roque González de Santa Cruz, Alfonso Rodríguez y Juan del Castillo en Campo «Ñu Guazú» de Asunción (Paraguay), 16-5-1988).

«Con su muerte, Cristo nos libera de la mayor esclavitud, de la peor de las cárceles: el poder del pecado (cf. Jn 8, 34). Esta gozosa liberación espiritual, que se obró en nuestra alma por primera vez con el bautismo, se renueva, cada vez que nos acercamos con confianza al santo sacramento de la penitencia, fuente de paz y de libertad en Cristo.» (San Juan Pablo II, Mensaje radiotelevisivo a los presos, 10-4-1987).

El Pecado Original (S. XII). Pintura mural de la ermita de la Vera Cruz de Maderuelo (Museo del Prado)

 

Falsa libertad y esclavitudes

«La verdad os hará libres» (Jn 8,32)

 

Catecismo de la Iglesia Católica

«La elección de la desobediencia y del mal es un abuso de la libertad y conduce a la esclavitud del pecado (cf Rm 6, 17)» (n. 1733)

«Libertad y pecado. La libertad del hombre es finita y falible. De hecho el hombre erró. Libremente pecó. Al rechazar el proyecto del amor de Dios, se engañó a sí mismo y se hizo esclavo del pecado. Esta primera alienación engendró una multitud de alienaciones. La historia de la humanidad, desde sus orígenes, atestigua desgracias y opresiones nacidas del corazón del hombre a consecuencia de un mal uso de la libertad.» (n. 1739).

«Liberación y salvación. Por su Cruz gloriosa, Cristo obtuvo la salvación para todos los hombres. Los rescató del pecado que los tenía sometidos a esclavitud. “Para ser libres nos libertó Cristo” (Ga 5,1). En Él participamos de “la verdad que nos hace libres” (Jn 8,32). El Espíritu Santo nos ha sido dado, y, como enseña el apóstol, “donde está el Espíritu, allí está la libertad” (2 Co 3,17). Ya desde ahora nos gloriamos de la “libertad de los hijos de Dios” (Rm 8,21).» (n. 1741).

 

Papa Francisco

«La palabra «redención» es poco usada, sin embargo es fundamental porque indica la liberación más radical que Dios podía realizar por nosotros, por toda la humanidad y por toda la creación. Parece que al hombre de hoy ya no le guste pensar que ha sido liberado y salvado por una intervención de Dios; el hombre de hoy, en efecto, se ilusiona con la propia libertad como fuerza para obtenerlo todo. Hace alarde también de esto. Pero en realidad no es así. ¡Cuántas fantasías son vendidas bajo el pretexto de la libertad y cuántas nuevas esclavitudes se crean en nuestros días en nombre de una falsa libertad! Muchos, muchos esclavos: «Yo hago esto porque quiero hacerlo, yo consumo droga porque me gusta, soy libre, yo hago aquello otro». ¡Son esclavos! Nos convertimos en esclavos en nombre de la libertad.» (Papa Francisco, Audiencia Jubilar, 6-9-2016).

«Cuando la libertad no se plasma desde el Evangelio, puede transformarse en esclavitud: la esclavitud del pecado» (Papa Francisco, Discurso en el Encuentro con los monaguillos alemanes, 5-8-2014).

 

Papa San Juan Pablo II

«¡Cuántas formas falsas de libertad conducen a la esclavitud! (…)

«Para ser libres nos libertó Cristo» (Ga 5, 1). La liberación traída por Cristo es una liberación del pecado, raíz de todas las esclavitudes humanas. Dice san Pablo: «Vosotros, que erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquel modelo de doctrina al que fuisteis entregados, y liberados del pecado, os habéis hecho esclavos de la justicia» (Rm 6, 17). La libertad es, pues, un don y, al mismo tiempo, un deber fundamental de todo cristiano: «Pues vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos…» (Rm 8, 15), exhorta el Apóstol.» (Papa San Juan Pablo II, Mensaje para la VI Jornada Mundial de la Juventud, 1991).

Antiguas y nuevas esclavitudes

 

Papa Francisco

«Pensemos también en la creciente tragedia de las nuevas esclavitudes en las formas de trabajo forzado, de prostitución, de tráfico de órganos, que son verdaderos crímenes contra la humanidad. Es alarmante y sintomático que hoy el cuerpo humano se compre y se venda, como si fuera una mercancía» (Papa Francisco, Mensaje a la Academia Pontificia de Ciencias Sociales con ocasión de la sesión plenaria, 24-4-2017).

«Dios pedirá cuenta a los esclavistas de nuestros días, y nosotros hemos de hacer todo lo posible para que estas situaciones no se produzcan más. El flujo del capital no puede determinar el flujo y la vida de las personas. (Papa Francisco, Viaje apostólico a México: Encuentro con el mundo del trabajo en el Colegio de Bachilleres del Estado de Chihuahua, Ciudad Juárez, 17-2-2016).

«Hoy, entre estos hermanos más necesitados están los que sufren la tragedia de las formas modernas de esclavitud, del trabajo forzado, del trabajo esclavo, de la prostitución, del tráfico de órganos, de la droga.

San Pedro Claver, en un momento histórico en el que la esclavitud estaba muy difundida y socialmente aceptada, lamentablemente —y escandalosamente— también en el mundo cristiano, porque era un gran negocio, sintiéndose interpelado por estas palabras del Señor, se consagró para ser «esclavo de los esclavos». Muchos otros santos y santas, como por ejemplo, san Juan de Mata, combatieron la esclavitud, siguiendo el mandato de Pablo: «Ya no como esclavo ni esclava, sino como hermano y hermana en Cristo» (cf. Flm 1, 16).

Sabemos que la abolición histórica de la esclavitud como estructura social es la consecuencia directa del mensaje de libertad que Cristo trajo al mundo con su plenitud de gracia, verdad y amor, con su programa de las Bienaventuranzas. (…)

Lamentablemente, en un sistema económico global dominado por el beneficio, se han desarrollado nuevas formas de esclavitud en cierto modo peores y más inhumanas que las del pasado. Más aún hoy, por lo tanto, siguiendo el mensaje de redención del Señor, estamos llamados a denunciarlas y combatirlas. En primer lugar, debemos tomar más conciencia de este nuevo mal que, en el mundo global, se quiere ocultar por ser escandaloso y «políticamente incorrecto». A nadie le gusta reconocer que en su ciudad, en su barrio también, en su región o nación existen nuevas formas de esclavitud, mientras sabemos que esta plaga concierne a casi todos los países. Tenemos que denunciar este terrible flagelo con su gravedad. Ya el Papa Benedicto XVI condenó sin medios términos toda violación de la igualdad de la dignidad de los seres humanos (cf. Discurso al nuevo embajador la República de Alemania ante la Santa Sede, 7 de noviembre de 2011). Por mi parte, he declarado más veces que estas nuevas formas de esclavitud —tráfico de seres humanos, trabajo forzado, prostitución, comercio de órganos— son crímenes gravísimos, «una llaga en el cuerpo de la humanidad contemporánea» (Discurso a la II Conferencia internacional sobre la trata de personas, 10 de abril de 2014). (Papa Francisco, Discurso a los participantes en la Sesión Plenaria de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, 18-4-2015).

«En la historia de los orígenes de la familia humana, el pecado de la separación de Dios, de la figura del padre y del hermano, se convierte en una expresión del rechazo de la comunión traduciéndose en la cultura de la esclavitud (cf. Gn 9,25-27), con las consecuencias que ello conlleva y que se perpetúan de generación en generación: rechazo del otro, maltrato de las personas, violación de la dignidad y los derechos fundamentales, la institucionalización de la desigualdad. De ahí la necesidad de convertirse continuamente a la Alianza, consumada por la oblación de Cristo en la cruz, seguros de que «donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia… por Jesucristo» (Rm 5,20.21). Él, el Hijo amado (cf. Mt 3,17), vino a revelar el amor del Padre por la humanidad. El que escucha el evangelio, y responde a la llamada a la conversión, llega a ser en Jesús «hermano y hermana, y madre» (Mt 12,50) y, por tanto, hijo adoptivo de su Padre (cf. Ef 1,5). (…)

 

Múltiples rostros de la esclavitud de entonces y de ahora

3. Desde tiempos inmemoriales, las diferentes sociedades humanas conocen el fenómeno del sometimiento del hombre por parte del hombre. Ha habido períodos en la historia humana en que la institución de la esclavitud estaba generalmente aceptada y regulada por el derecho. Éste establecía quién nacía libre, y quién, en cambio, nacía esclavo, y en qué condiciones la persona nacida libre podía perder su libertad u obtenerla de nuevo. En otras palabras, el mismo derecho admitía que algunas personas podían o debían ser consideradas propiedad de otra persona, la cual podía disponer libremente de ellas; el esclavo podía ser vendido y comprado, cedido y adquirido como una mercancía.

Hoy, como resultado de un desarrollo positivo de la conciencia de la humanidad, la esclavitud, crimen de lesa humanidad,[4] está oficialmente abolida en el mundo. El derecho de toda persona a no ser sometida a esclavitud ni a servidumbre está reconocido en el derecho internacional como norma inderogable.

Sin embargo, a pesar de que la comunidad internacional ha adoptado diversos acuerdos para poner fin a la esclavitud en todas sus formas, y ha dispuesto varias estrategias para combatir este fenómeno, todavía hay millones de personas –niños, hombres y mujeres de todas las edades– privados de su libertad y obligados a vivir en condiciones similares a la esclavitud.

Me refiero a tantos trabajadores y trabajadoras, incluso menores, oprimidos de manera formal o informal en todos los sectores, desde el trabajo doméstico al de la agricultura, de la industria manufacturera a la minería, tanto en los países donde la legislación laboral no cumple con las mínimas normas y estándares internacionales, como, aunque de manera ilegal, en aquellos cuya legislación protege a los trabajadores.

Pienso también en las condiciones de vida de muchos emigrantes que, en su dramático viaje, sufren el hambre, se ven privados de la libertad, despojados de sus bienes o de los que se abusa física y sexualmente. En aquellos que, una vez llegados a su destino después de un viaje durísimo y con miedo e inseguridad, son detenidos en condiciones a veces inhumanas. Pienso en los que se ven obligados a la clandestinidad por diferentes motivos sociales, políticos y económicos, y en aquellos que, con el fin de permanecer dentro de la ley, aceptan vivir y trabajar en condiciones inadmisibles, sobre todo cuando las legislaciones nacionales crean o permiten una dependencia estructural del trabajador emigrado con respecto al empleador, como por ejemplo cuando se condiciona la legalidad de la estancia al contrato de trabajo… Sí, pienso en el «trabajo esclavo».

Pienso en las personas obligadas a ejercer la prostitución, entre las que hay muchos menores, y en los esclavos y esclavas sexuales; en las mujeres obligadas a casarse, en aquellas que son vendidas con vistas al matrimonio o en las entregadas en sucesión, a un familiar después de la muerte de su marido, sin tener el derecho de dar o no su consentimiento.

No puedo dejar de pensar en los niños y adultos que son víctimas del tráfico y comercialización para la extracción de órganos, para ser reclutados como soldados, para la mendicidad, para actividades ilegales como la producción o venta de drogas, o para formas encubiertas de adopción internacional.

Pienso finalmente en todos los secuestrados y encerrados en cautividad por grupos terroristas, puestos a su servicio como combatientes o, sobre todo las niñas y mujeres, como esclavas sexuales. Muchos de ellos desaparecen, otros son vendidos varias veces, torturados, mutilados o asesinados.

 

Algunas causas profundas de la esclavitud

4. Hoy como ayer, en la raíz de la esclavitud se encuentra una concepción de la persona humana que admite el que pueda ser tratada como un objeto. Cuando el pecado corrompe el corazón humano, y lo aleja de su Creador y de sus semejantes, éstos ya no se ven como seres de la misma dignidad, como hermanos y hermanas en la humanidad, sino como objetos. La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, queda privada de la libertad, mercantilizada, reducida a ser propiedad de otro, con la fuerza, el engaño o la constricción física o psicológica; es tratada como un medio y no como un fin.

Junto a esta causa ontológica –rechazo de la humanidad del otro­– hay otras que ayudan a explicar las formas contemporáneas de la esclavitud. Me refiero en primer lugar a la pobreza, al subdesarrollo y a la exclusión, especialmente cuando se combinan con la falta de acceso a la educación o con una realidad caracterizada por las escasas, por no decir inexistentes, oportunidades de trabajo. Con frecuencia, las víctimas de la trata y de la esclavitud son personas que han buscado una manera de salir de un estado de pobreza extrema, creyendo a menudo en falsas promesas de trabajo, para caer después en manos de redes criminales que trafican con los seres humanos. Estas redes utilizan hábilmente las modernas tecnologías informáticas para embaucar a jóvenes y niños en todas las partes del mundo.

Entre las causas de la esclavitud hay que incluir también la corrupción de quienes están dispuestos a hacer cualquier cosa para enriquecerse. En efecto, la esclavitud y la trata de personas humanas requieren una complicidad que con mucha frecuencia pasa a través de la corrupción de los intermediarios, de algunos miembros de las fuerzas del orden o de otros agentes estatales, o de diferentes instituciones, civiles y militares. «Esto sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona humana. Sí, en el centro de todo sistema social o económico, tiene que estar la persona, imagen de Dios, creada para que fuera el dominador del universo. Cuando la persona es desplazada y viene el dios dinero sucede esta trastocación de valores».[5]

Otras causas de la esclavitud son los conflictos armados, la violencia, el crimen y el terrorismo. Muchas personas son secuestradas para ser vendidas o reclutadas como combatientes o explotadas sexualmente, mientras que otras se ven obligadas a emigrar, dejando todo lo que poseen: tierra, hogar, propiedades, e incluso la familia. Éstas últimas se ven empujadas a buscar una alternativa a esas terribles condiciones aun a costa de su propia dignidad y supervivencia, con el riesgo de entrar de ese modo en ese círculo vicioso que las convierte en víctimas de la miseria, la corrupción y sus consecuencias perniciosas.

 

Compromiso común para derrotar la esclavitud

5. Con frecuencia, cuando observamos el fenómeno de la trata de personas, del tráfico ilegal de los emigrantes y de otras formas conocidas y desconocidas de la esclavitud, tenemos la impresión de que todo esto tiene lugar bajo la indiferencia general.

Aunque por desgracia esto es cierto en gran parte, quisiera mencionar el gran trabajo silencioso que muchas congregaciones religiosas, especialmente femeninas, realizan desde hace muchos años en favor de las víctimas. Estos Institutos trabajan en contextos difíciles, a veces dominados por la violencia, tratando de romper las cadenas invisibles que tienen encadenadas a las víctimas a sus traficantes y explotadores; cadenas cuyos eslabones están hechos de sutiles mecanismos psicológicos, que convierten a las víctimas en dependientes de sus verdugos, a través del chantaje y la amenaza, a ellos y a sus seres queridos, pero también a través de medios materiales, como la confiscación de documentos de identidad y la violencia física. La actividad de las congregaciones religiosas se estructura principalmente en torno a tres acciones: la asistencia a las víctimas, su rehabilitación bajo el aspecto psicológico y formativo, y su reinserción en la sociedad de destino o de origen.

Este inmenso trabajo, que requiere coraje, paciencia y perseverancia, merece el aprecio de toda la Iglesia y de la sociedad. Pero, naturalmente, por sí solo no es suficiente para poner fin al flagelo de la explotación de la persona humana. Se requiere también un triple compromiso a nivel institucional de prevención, protección de las víctimas y persecución judicial contra los responsables. Además, como las organizaciones criminales utilizan redes globales para lograr sus objetivos, la acción para derrotar a este fenómeno requiere un esfuerzo conjunto y también global por parte de los diferentes agentes que conforman la sociedad.

Los Estados deben vigilar para que su legislación nacional en materia de migración, trabajo, adopciones, deslocalización de empresas y comercialización de los productos elaborados mediante la explotación del trabajo, respete la dignidad de la persona. Se necesitan leyes justas, centradas en la persona humana, que defiendan sus derechos fundamentales y los restablezcan cuando son pisoteados, rehabilitando a la víctima y garantizando su integridad, así como mecanismos de seguridad eficaces para controlar la aplicación correcta de estas normas, que no dejen espacio a la corrupción y la impunidad. Es preciso que se reconozca también el papel de la mujer en la sociedad, trabajando también en el plano cultural y de la comunicación para obtener los resultados deseados.

Las organizaciones intergubernamentales, de acuerdo con el principio de subsidiariedad, están llamadas a implementar iniciativas coordinadas para luchar contra las redes transnacionales del crimen organizado que gestionan la trata de personas y el tráfico ilegal de emigrantes. Es necesaria una cooperación en diferentes niveles, que incluya a las instituciones nacionales e internacionales, así como a las organizaciones de la sociedad civil y del mundo empresarial.

Las empresas,[6] en efecto, tienen el deber de garantizar a sus empleados condiciones de trabajo dignas y salarios adecuados, pero también han de vigilar para que no se produzcan en las cadenas de distribución formas de servidumbre o trata de personas. A la responsabilidad social de la empresa hay que unir la responsabilidad social del consumidor. Pues cada persona debe ser consciente de que «comprar es siempre un acto moral, además de económico».[7]

Las organizaciones de la sociedad civil, por su parte, tienen la tarea de sensibilizar y estimular las conciencias acerca de las medidas necesarias para combatir y erradicar la cultura de la esclavitud.

En los últimos años, la Santa Sede, acogiendo el grito de dolor de las víctimas de la trata de personas y la voz de las congregaciones religiosas que las acompañan hacia su liberación, ha multiplicado los llamamientos a la comunidad internacional para que los diversos actores unan sus esfuerzos y cooperen para poner fin a esta plaga.[8] Además, se han organizado algunos encuentros con el fin de dar visibilidad al fenómeno de la trata de personas y facilitar la colaboración entre los diferentes agentes, incluidos expertos del mundo académico y de las organizaciones internacionales, organismos policiales de los diferentes países de origen, tránsito y destino de los migrantes, así como representantes de grupos eclesiales que trabajan por las víctimas. Espero que estos esfuerzos continúen y se redoblen en los próximos años.

 

Globalizar la fraternidad, no la esclavitud ni la indiferencia

6. En su tarea de «anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad»,[9] la Iglesia se esfuerza constantemente en las acciones de carácter caritativo partiendo de la verdad sobre el hombre. Tiene la misión de mostrar a todos el camino de la conversión, que lleve a cambiar el modo de ver al prójimo, a reconocer en el otro, sea quien sea, a un hermano y a una hermana en la humanidad; reconocer su dignidad intrínseca en la verdad y libertad, como nos lo muestra la historia de Josefina Bakhita, la santa proveniente de la región de Darfur, en Sudán, secuestrada cuando tenía nueve años por traficantes de esclavos y vendida a dueños feroces. A través de sucesos dolorosos llegó a ser «hija libre de Dios», mediante la fe vivida en la consagración religiosa y en el servicio a los demás, especialmente a los pequeños y débiles. Esta Santa, que vivió entre los siglos XIX y XX, es hoy un testigo ejemplar de esperanza[10] para las numerosas víctimas de la esclavitud y un apoyo en los esfuerzos de todos aquellos que se dedican a luchar contra esta «llaga en el cuerpo de la humanidad contemporánea, una herida en la carne de Cristo».[11]

En esta perspectiva, deseo invitar a cada uno, según su puesto y responsabilidades, a realizar gestos de fraternidad con los que se encuentran en un estado de sometimiento. Preguntémonos, tanto comunitaria como personalmente, cómo nos sentimos interpelados cuando encontramos o tratamos en la vida cotidiana con víctimas de la trata de personas, o cuando tenemos que elegir productos que con probabilidad podrían haber sido realizados mediante la explotación de otras personas. Algunos hacen la vista gorda, ya sea por indiferencia, o porque se desentienden de las preocupaciones diarias, o por razones económicas. Otros, sin embargo, optan por hacer algo positivo, participando en asociaciones civiles o haciendo pequeños gestos cotidianos –que son tan valiosos–, como decir una palabra, un saludo, un «buenos días» o una sonrisa, que no nos cuestan nada, pero que pueden dar esperanza, abrir caminos, cambiar la vida de una persona que vive en la invisibilidad, e incluso cambiar nuestras vidas en relación con esta realidad.

Debemos reconocer que estamos frente a un fenómeno mundial que sobrepasa las competencias de una sola comunidad o nación. Para derrotarlo, se necesita una movilización de una dimensión comparable a la del mismo fenómeno. Por esta razón, hago un llamamiento urgente a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, y a todos los que, de lejos o de cerca, incluso en los más altos niveles de las instituciones, son testigos del flagelo de la esclavitud contemporánea, para que no sean cómplices de este mal, para que no aparten los ojos del sufrimiento de sus hermanos y hermanas en humanidad, privados de libertad y dignidad, sino que tengan el valor de tocar la carne sufriente de Cristo,[12] que se hace visible a través de los numerosos rostros de los que él mismo llama «mis hermanos más pequeños» (Mt 25,40.45).

Sabemos que Dios nos pedirá a cada uno de nosotros: ¿Qué has hecho con tu hermano? (cf. Gn 4,9-10). La globalización de la indiferencia, que ahora afecta a la vida de tantos hermanos y hermanas, nos pide que seamos artífices de una globalización de la solidaridad y de la fraternidad, que les dé esperanza y los haga reanudar con ánimo el camino, a través de los problemas de nuestro tiempo y las nuevas perspectivas que trae consigo, y que Dios pone en nuestras manos.» (Papa Francisco, Mensaje para la XLVIII Jornada Mundial de la Paz 2015: No esclavos, sino hermanos, 8-12-2014)

 

Papa San Juan Pablo II

«Claras indicaciones del papel predominante de los medios de comunicación, sobre todo de la televisión, nos las ofrece el análisis del desarrollo de nuestros valores morales. En un amplio frente han colaborado los medios de comunicación en el cambio de enfoques, normas y obligaciones morales del hombre: en el campo del comportamiento sexual tanto de los adultos como de los que se encuentran en proceso de formación, en las concepciones sobre la familia y el matrimonio y el modo de vivir estas realidades, en la educación de los niños. Algunos de estos cambios de enfoque tal como han sido preparados por los medios de comunicación han ofrecido a los hombres un mayor grado de libertad en el trato recíproco, y quizás han ayudado a profundizar las relaciones personales mutuas. Pero al mismo tiempo se muestra de un modo sumamente claro en las actuales circunstancias la existencia de algunos datos que en muy pequeña medida han sido valorados por los medios de comunicación y por los publicistas que trabajan en ellos: el cambio brusco de una libertad presuntamente más amplia a la falta de control, el abandono de las obligaciones morales en favor de nuevas esclavitudes, que no están de acuerdo con la entera dignidad del hombre, el debilitamiento de la confianza en las relaciones personales.» (Papa San Juan Pablo II, Viaje apostólico a la República Federal de Alemania: Discurso a los artistas y a los publicistas, Munich, 19-11-1980).

 

Concilio Vaticano II

«Nunca ha tenido el hombre un sentido tan agudo de su libertad, y entretanto surgen nuevas formas de esclavitud social y psicológica. (…)

El mundo moderno aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y de lo peor, pues tiene abierto el camino para optar entre la libertad o la esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la fraternidad o el odio. (…)

Toda la vida humana, la individual y la colectiva, se presenta como lucha, y por cierto dramática, entre el bien y el mal, entre la luz y las tinieblas. Más todavía, el hombre se nota incapaz de domeñar con eficacia por sí solo los ataques del mal, hasta el punto de sentirse como aherrojado entre cadenas. Pero el Señor vino en persona para liberar y vigorizar al hombre, renovándole interiormente y expulsando al príncipe de este mundo (cf. Io 12,31), que le retenía en la esclavitud del pecado. (…)

En nuestra época principalmente urge la obligación de acercarnos a todos y de servirlos con eficacia cuando llegue el caso, ya se trate de ese anciano abandonado de todos, o de ese trabajador extranjero despreciado injustamente, o de ese desterrado, o de ese hijo ilegítimo que debe aguantar sin razón el pecado que él no cometió, o de ese hambriento que recrimina nuestra conciencia recordando la palabra del Señor: Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mi me lo hicisteis. (Mt 25,40).

No sólo esto. Cuanto atenta contra la vida -homicidios de cualquier clase, genocidios, aborto, eutanasia y el mismo suicidio deliberado-; cuanto viola la integridad de la persona humana, como, por ejemplo, las mutilaciones, las torturas morales o físicas, los conatos sistemáticos para dominar la mente ajena; cuanto ofende a la dignidad humana, como son las condiciones infrahumanas de vida, las detenciones arbitrarias, las deportaciones, la esclavitud, la prostitución, la trata de blancas y de jóvenes; o las condiciones laborales degradantes, que reducen al operario al rango de mero instrumento de lucro, sin respeto a la libertad y a la responsabilidad de la persona humana: todas estas prácticas y otras parecidas son en sí mismas infamantes, degradan la civilización humana, deshonran más a sus autores que a sus víctimas y son totalmente contrarias al honor debido al Creador. (…)

Las instituciones humanas, privadas o públicas, esfuércense por ponerse al servicio de la dignidad y del fin del hombre. Luchen con energía contra cualquier esclavitud social o política y respeten, bajo cualquier régimen político, los derechos fundamentales del hombre. Más aún, estas instituciones deben ir respondiendo cada vez más a las realidades espirituales, que son las más profundas de todas, aunque es necesario todavía largo plazo de tiempo para llegar al final deseado. (…)

No hay ley humana que pueda garantizar la dignidad personal y la libertad del hombre con la seguridad que comunica el Evangelio de Cristo, confiado a la Iglesia. El Evangelio enuncia y proclama la libertad de los hijos de Dios, rechaza todas las esclavitudes, que derivan, en última instancia, del pecado; (…)

La Providencia divina nos pide insistentemente que nos liberemos de la antigua esclavitud de la guerra. Si renunciáramos a este intento, no sabemos a dónde nos llevará este mal camino por el que hemos entrado.» (Concilio Vaticano II, Gaudium et spes).

 

Esclavitud y esperanza

«Llegar a conocer a Dios, al Dios verdadero, eso es lo que significa recibir esperanza. Para nosotros, que vivimos desde siempre con el concepto cristiano de Dios y nos hemos acostumbrado a él, el tener esperanza, que proviene del encuentro real con este Dios, resulta ya casi imperceptible. El ejemplo de una santa de nuestro tiempo puede en cierta medida ayudarnos a entender lo que significa encontrar por primera vez y realmente a este Dios. Me refiero a la africana Josefina Bakhita, canonizada por el Papa San Juan Pablo II. Nació aproximadamente en 1869 –ni ella misma sabía la fecha exacta– en Darfur, Sudán. Cuando tenía nueve años fue secuestrada por traficantes de esclavos, golpeada y vendida cinco veces en los mercados de Sudán. Terminó como esclava al servicio de la madre y la mujer de un general, donde cada día era azotada hasta sangrar; como consecuencia de ello le quedaron 144 cicatrices para el resto de su vida. Por fin, en 1882 fue comprada por un mercader italiano para el cónsul italiano Callisto Legnani que, ante el avance de los mahdistas, volvió a Italia. Aquí, después de los terribles « dueños » de los que había sido propiedad hasta aquel momento, Bakhita llegó a conocer un « dueño » totalmente diferente –que llamó « paron » en el dialecto veneciano que ahora había aprendido–, al Dios vivo, el Dios de Jesucristo. Hasta aquel momento sólo había conocido dueños que la despreciaban y maltrataban o, en el mejor de los casos, la consideraban una esclava útil. Ahora, por el contrario, oía decir que había un « Paron » por encima de todos los dueños, el Señor de todos los señores, y que este Señor es bueno, la bondad en persona. Se enteró de que este Señor también la conocía, que la había creado también a ella; más aún, que la quería. También ella era amada, y precisamente por el « Paron » supremo, ante el cual todos los demás no son más que míseros siervos. Ella era conocida y amada, y era esperada. Incluso más: este Dueño había afrontado personalmente el destino de ser maltratado y ahora la esperaba « a la derecha de Dios Padre ». En este momento tuvo « esperanza »; no sólo la pequeña esperanza de encontrar dueños menos crueles, sino la gran esperanza: yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; este gran Amor me espera. Por eso mi vida es hermosa. A través del conocimiento de esta esperanza ella fue « redimida », ya no se sentía esclava, sino hija libre de Dios. Entendió lo que Pablo quería decir cuando recordó a los Efesios que antes estaban en el mundo sin esperanza y sin Dios; sin esperanza porque estaban sin Dios. Así, cuando se quiso devolverla a Sudán, Bakhita se negó; no estaba dispuesta a que la separaran de nuevo de su « Paron ». El 9 de enero de 1890 recibió el Bautismo, la Confirmación y la primera Comunión de manos del Patriarca de Venecia. El 8 de diciembre de 1896 hizo los votos en Verona, en la Congregación de las hermanas Canosianas, y desde entonces –junto con sus labores en la sacristía y en la portería del claustro– intentó sobre todo, en varios viajes por Italia, exhortar a la misión: sentía el deber de extender la liberación que había recibido mediante el encuentro con el Dios de Jesucristo; que la debían recibir otros, el mayor número posible de personas. La esperanza que en ella había nacido y la había « redimido » no podía guardársela para sí sola; esta esperanza debía llegar a muchos, llegar a todos.» (Papa Benedicto XVI, Spe Salvi).

 

El poder liberador, salvador y redentor de la Cruz

«En el misterio del sufrimiento ofrecido por amor, en este misterio que muchos hermanos perseguidos, pobres y enfermos encarnan también hoy, brilla el poder salvador de la cruz de Jesús.» (Papa Francisco, Homilía en la Santa Misa y bendición de los palios para los nuevos arzobispos metropolitanos en la solemnidad de San Pedro y San Pablo, 29-6-2017)

«¿Cómo podemos proclamar a los demás la novedad y el poder liberador de la Cruz, si nosotros mismos no dejamos que la Palabra de Dios sacuda nuestra complacencia, nuestro miedo al cambio, nuestros pequeños compromisos con los modos de este mundo, nuestra «mundanidad espiritual» (cf. Evangelii Gaudium, 93)?» (Papa Francisco, Homilía en la Santa Misa con obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos en la Catedral de la Inmaculada Concepción, Manila, 16-1-2015)

«Que Jesucristo crucificado y resucitado sea realmente el centro de vuestra existencia y de cada proyecto vuestro personal y asociativo. Creer en el poder redentor de la Cruz y de la Resurrección, para ofrecer esperanza y paz.» (Papa Francisco, Discurso a los participantes en la Peregrinación internacional de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén, 13-9-2013).

«En el Gólgota Dios, que durante la noche de la huída de Egipto se reveló como aquel que libera de la esclavitud, se revela como Aquel que abraza a todo hombre con el poder salvífico de la cruz y de la Resurrección y lo libera del pecado y de la muerte, lo acepta en el abrazo de su amor.» (Papa Benedicto XVI, Homilía en la Santa Misa en la Visita pastoral a la parroquia romana de San Juan de la Cruz, 7-3-2010).

Nota: Más abajo se puede encontrar una sección especial sobre la esclavitud de la prostitución 

 

Algunos recursos

End Slavery
(Academia Pontificia de las Ciencias – Academia Pontificia de las Ciencias Sociales)
www.endslavery.va

Pontificia Academia de las Ciencias Sociales
Dominio propio: www.pass.va
Dominio en www.vatican.va

Pontificia Academia de las Ciencias
Dominio propio: www.pas.va
Dominio en www.vatican.va

Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas
www.fiamc.org

Talità Kum (“niña, levántate”)
www.talithakum.info

Curso de formación para líderes Talità Kum
www.antonianum.eu

Talità Kum en You Tube
Red europea de religiosas contra la trata y la explotación (Renate)
www.renate-europe.net

 

Algunos documentos

Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia

 

 

Tráfico de personas y Trata de personas

 

Foto: ¡AYÚDAME! (RV)

 

Embriones congelados

 

 

 

Trata y Venta de niños, Niños esclavos y Niños soldados

 

Tráfico de Organos y Turismo de los Trasplantes

Imagen por Jonene Ficklin – www.laity.va

 

Papa Francisco

“Destaco la vergonzosa violencia que a veces se ejerce sobre las mujeres, el maltrato familiar y distintas formas de esclavitud que no constituyen una muestra de fuerza masculina sino una cobarde degradación. La violencia verbal, física y sexual que se ejerce contra las mujeres en algunos matrimonios contradice la naturaleza misma de la unión conyugal. Pienso en la grave mutilación genital de la mujer en algunas culturas, pero también en la desigualdad del acceso a puestos de trabajo dignos y a los lugares donde se toman las decisiones. La historia lleva las huellas de los excesos de las culturas patriarcales, donde la mujer era considerada de segunda clase, pero recordemos también el alquiler de vientres o «la instrumentalización y mercantilización del cuerpo femenino en la actual cultura mediática»” (Amoris laetitia, 54).

 

Mutilación genital femenina

Algunos datos sobre el tema en www.osservatoreromano.va

Algunos datos sobre el tema en www.news.va

En www.endslavery.va: Mutilação Genital Feminina – O Risco do seu Desenvolvimento em Cabo Verde

 

Úteros de alquiler

Una reflexión en www.news.va: ​Una nueva esclavitud para las mujeres- El útero de alquiler

Violencia intrafamiliar (contra adultos mayores, personas con discapacidad o vulnerables, contra los niños y adolescentes, contra la mujer, contra el varón, violencia filo-parental, etc.)

“«La violencia intrafamiliar es escuela de resentimiento y odio en las relaciones humanas básicas» (…) Una buena capacitación pastoral es importante «sobre todo a la vista de las situaciones particulares de emergencia derivadas de los casos de violencia doméstica y el abuso sexual»” (Papa Francisco, Amoris laetitia, nn. 51 y 204).

Criminalidad organizada, comercio de droga, etc.

«Un auténtico espíritu de fraternidad vence el egoísmo individual que impide que las personas puedan vivir en libertad y armonía entre sí. Ese egoísmo se desarrolla socialmente tanto en las múltiples formas de corrupción, hoy tan capilarmente difundidas, como en la formación de las organizaciones criminales, desde los grupos pequeños a aquellos que operan a escala global, que, minando profundamente la legalidad y la justicia, hieren el corazón de la dignidad de la persona. Estas organizaciones ofenden gravemente a Dios, perjudican a los hermanos y dañan a la creación, más todavía cuando tienen connotaciones religiosas.

Pienso en el drama lacerante de la droga, con la que algunos se lucran despreciando las leyes morales y civiles, en la devastación de los recursos naturales y en la contaminación, en la tragedia de la explotación laboral; pienso en el blanqueo ilícito de dinero así como en la especulación financiera, que a menudo asume rasgos perjudiciales y demoledores para enteros sistemas económicos y sociales, exponiendo a la pobreza a millones de hombres y mujeres; pienso en la prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, sobre todo entre los más jóvenes, robándoles el futuro; pienso en la abominable trata de seres humanos, en los delitos y abusos contra los menores, en la esclavitud que todavía difunde su horror en muchas partes del mundo, en la tragedia frecuentemente desatendida de los emigrantes con los que se especula indignamente en la ilegalidad.» (Papa Francisco, Mensaje para la XLVII Jornada Mundial de la Paz 2014: La fraternidad, fundamento y camino para la paz, 8-12-2013).

 

Algunas secciones en nuestra Web

 

La esclavitud de la prostitución

 

Imagen: Cartel de Cáritas Diocesana de Burgos

“A pesar de los grandes esfuerzos de muchos, la esclavitud moderna sigue siendo un flagelo atroz que está presente a gran escala en todo el mundo, incluso como turismo. Este crimen de lesa humanidad se enmascara en aparentes costumbres aceptadas, pero en realidad hace sus víctimas en la prostitución, la trata de personas, el trabajo forzado, el trabajo esclavo, la mutilación, la venta de órganos, el mal uso de la droga, el trabajo de niños. Se oculta tras puertas cerradas, en domicilios particulares, en las calles, en automóviles, en fábricas, en campos, en barcos pesqueros y en muchas otras partes.

Y esto ocurre tanto en ciudades como en aldeas, en las villas de emergencia de las naciones más ricas y más pobres del mundo. Y lo peor, es que tal situación, desgraciadamente, se agrava cada día más.” (Papa Francisco, Discurso en la Ceremonia para la firma de la Declaración de los líderes religiosos contra la esclavitud, 2-12-2014).

“(…) el tráfico de seres humanos ligado a la prostitución constituiría la tercera actividad, ilegal, más rentable del mundo, que interesa decenas de Países de todos los continentes. El tráfico que induce a la esclavitud sexual involucraría a unos 6 millones de mujeres y niños. Como decíamos, ya no existe sólo la esclavitud del sexo. Muchos inmigrados, por ejemplo, tienen que trabajar en condiciones inhumanas, totalmente a la merced de sus “dueños”, bajo la continua amenaza de violencia, sin tener la posibilidad de acudir a las Autoridades, al ser desprovistos de documentos regulares o tan sólo por miedo de extorsión, incluso sobre sus familias.” (Secretario del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, Aspectos de Pastoral de la Movilidad Humana, 08-04-2008)

«El tráfico de seres humanos, sobre todo de mujeres, que prospera donde son escasas las oportunidades de mejorar la propia condición de vida, o simplemente de sobrevivir. Al traficante le resulta fácil ofrecer sus «servicios» a las víctimas, que con frecuencia no albergan ni la más mínima sospecha de lo que deberán afrontar luego. En algunos casos, hay mujeres y muchachas que son destinadas a ser explotadas, en el trabajo, casi como esclavas, y a veces incluso en la industria del sexo. Al no poder profundizar aquí el análisis de las consecuencias de esa migración, hago mía la condena que expresó Juan Pablo II contra «la difundida cultura hedonista y comercial que promueve la explotación sistemática de la sexualidad» (Carta a las mujeres, 29 de junio de 1995, n. 5). Aquí se halla todo un programa de redención y liberación, del que los cristianos no pueden desentenderse.» (Benedicto XVI, Mensaje para la 92ª Jornada mundial del emigrante y del refugiado 2006, 18-10-2005). (La negrita es nuestra)

«Mirando también uno de los aspectos más delicados de la situación femenina en el mundo, cómo no recordar la larga y humillante historia —a menudo «subterránea»— de abusos cometidos contra las mujeres en el campo de la sexualidad? A las puertas del tercer milenio no podemos permanecer impasibles y resignados ante este fenómeno. Es hora de condenar con determinación, empleando los medios legislativos apropiados de defensa, las formas de violencia sexual que con frecuencia tienen por objeto a las mujeres. En nombre del respeto de la persona no podemos además no denunciar la difundida cultura hedonística y comercial que promueve la explotación sistemática de la sexualidad, induciendo a chicas incluso de muy joven edad a caer en los ambientes de la corrupción y hacer un uso mercenario de su cuerpo.» (San Juan Pablo II, Carta a las mujeres, n. 5, 29-06-1995)

Catecismo de la Iglesia Católica n. 2355 y los nn. 2414 y 2455

Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, nn. 158 y 245. Pontificio Consejo “Justicia y Paz”
Homilía del entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio, S.J. (ahora Papa Francisco)
en la Misa por las Víctimas de la Trata y Tráfico de Personas, 23-09-2011
Pastoral para la liberación de las mujeres de la Calle (y recuperación de los «clientes»)
Pastoral para los niños de la Calle. Orientaciones para la Pastoral de la Carretera/Calle, nn. 85-144. Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, Roma, 24-05-2007, memoria de la Virgen de la Calle

 

Algunos recursos

 

Testimonios: es posible salir de la prostitución

 

Algunas noticias: