Cada 24 de septiembre, la Iglesia católica celebra la festividad de Nuestra Señora de la Merced. Esta advocación tiene un gran vínculo con la pastoral penitenciaria. Con tal motivo, en el programa «El Espejo de la diócesis de Alcalá», de COPE, del pasado viernes 20 de septiembre de 2024 pudimos entrevistar al sacerdote Luis Peláez, delegado diocesano de pastoral penitenciaria y capellán de la cárcel de Estremera.
Tenemos con nosotros a Luis Peláez, párroco de Valdaracete y, además, nuevo delegado de la pastoral penitenciaria desde que se hizo público su nombramiento el día 7 de junio, día del Sagrado Corazón. Buenas tardes, Luis, y bienvenido al Espejo.
Buenas tardes. Muchas gracias por invitarme. Paz y bien.
¿En qué contexto se mueve la pastoral penitenciaria?
La pastoral penitenciaria se mueve en nuestra diócesis en todo lo que tiene que ver en el ambiente con la cárcel y con lo que tiene que ver también con la salida de la cárcel. En nuestra diócesis hay tres cárceles; hay una de hombres en Alcalá-Meco, hay otra de mujeres también en Alcalá-Meco, y hay una cárcel mixta en Estremera.
En Alcalá-Meco, tanto en hombres como mujeres, habrá entre las dos cárceles unos 1.000 internos. En Estremera habrá unos 1.200 internos. También es verdad que Alcalá-Meco tiene una prisión militar pero esa se atiende desde el arzobispado castrense.
Alcalá-Meco también cuenta con un CIS (Centro de Integración Social), que es un centro donde cumplen condena aquellos que ya han obtenido el tercer grado. Hay, más o menos, en toda nuestra diócesis unos 2.200 presos a quienes se atiende a través de cinco capellanes y de unos cuantos voluntarios.
¿Por qué la Iglesia se mete en la cárcel?
Porque nada de lo humano le es ajeno y porque no nos es a nosotros lícito desesperar de nadie. A mí me gusta recordar unas palabras que D. Jesús Vidal, cuando fue administrador apostólico de nuestra diócesis, dijo ante los internos de Estremera. Yo estaba en ese acto como capellán de aquel centro.
Dijo que la Iglesia en la cárcel lo que hace es dar al interno la posibilidad de mirarse desde Cristo como le mira el Padre. Y eso me parece que es, al final, lo que hace la Iglesia en todos los lugares; dar la posibilidad de mirar nuestras miserias, nuestras grandezas y nuestra dignidad como la mira el mismo Dios.
Por eso se mete en la cárcel, porque donde hay personas está la salvación de Cristo. La sangre de Cristo salva a todos, entonces por eso la Iglesia quiere tener una presencia viva en la cárcel porque solo ella es capaz de enseñar a los demás cuál es el camino del cielo, cuál es el camino de la plenitud.
¿Y cómo lo enseña la Iglesia a los internos, y a los que salen, que tiene que acompañar?
Pues como lo hace en todos los lugares, a través de tres cosas. La primera, las celebraciones litúrgicas, a través de celebrar el misterio de Cristo vivo con los signos que Él nos ha querido dejar, la escucha de la Palabra y la celebración de la Eucaristía o el perdón de los pecados. La escucha y el acompañamiento, que eso es una cuestión fundamental porque las personas privadas de libertad suelen, bajo muchas capas de orgullo, muchas veces, sentirse despreciadas. La Iglesia enseña que Dios les ama y que la dignidad no la pierden nunca jamás.
La segunda cosa que hace la Iglesia es enseñar a través de la catequesis, a través del acompañamiento, a través del diálogo, de la conversación y de la escucha. Saber y ponerles en contacto de que Dios les ama y de que no son un error, de que no son fruto de la casualidad sino que Dios les estima y la Iglesia también.
Y lo tercero que hace es intentar ofrecer su generosidad, su cariño y su amor a través de la caridad, como lo hace a través de un montón de instituciones dentro y fuera de la cárcel. Para eso los voluntarios, los capellanes, todos los que están metidos en estas cuestiones de la pastoral penitenciaria, intentan ver sus necesidades, ya sean materiales, espirituales, físicas o de cualquier manera, e intentan en la medida de sus posibilidades suplirlas o cubrirlas.
Obviamente hay un contacto muy directo y estrecho con los internos. ¿Cómo es la relación con ellos y cómo acogen todo esto?
Hay un contacto muy directo y hay una relación de cariño, hay una relación de verdadera paternidad y de verdadera maternidad que tiene la Iglesia sobre ellos como tiene sobre cada uno de nosotros. Los internos son personas. El delito está cometido y tendrán que pagarlo y la Justicia lleva sus cauces; pero el delito no es más grande que la persona. La dignidad humana está por encima de cualquier falta que se pueda haber cometido. Y también, la Iglesia siempre dice que el hombre es imagen de Dios.
Sí que es verdad que nosotros lo que tratamos es de acompañar y de ayudar a la reinserción en la medida de las posibilidades. Nunca perdiendo que su corazón está hecho igual que el nuestro.
A mí siempre me viene a la cabeza una conversación que tuve con un interno que ha salido ya a la calle. Venía a decirme que él empezó a vivir por el lado oscuro de la vida cuando de niño -no tendría 10 o 12 años- robaba las vueltas del pan a su madre. A mí esto me hizo caer en la cuenta que en San Agustín, en las Confesiones, también habla de que él empezó su lado oscuro de la vida comiendo y robando unas peras que no eran suyas.
Por qué ellos y no yo es un misterio que el Papa Francisco -que le gusta mucho visitar las cárceles y que cada vez que hace un viaje apostólico tiene algún encuentro con internos de alguna prisión- es una pregunta que se hace siempre al principio: «por qué ellos y no yo». Y también es una pregunta que yo muchas veces me hago porque escuchando sus historias, leyendo su vida, puedo ver que hay muchas circunstancias que no se justifican. Lo bueno es bueno y lo malo es malo pero que sí que es verdad que a lo mejor en esas circunstancias hubiéramos por debilidad hecho muchos lo mismo.
Entonces al final la Iglesia intenta escuchar, acoger y reconducir, en la medida de sus posibilidades, sus vidas para que ellos, que tienen el mismo corazón que el nuestro, encuentren a Dios, reorganicen su vida y puedan salir hacia adelante.
¿Qué hace falta para que haya una verdadera reinserción?
Lo que hace falta para que haya una verdadera reinserción son tres pilares fundamentales y que la institución penitenciaria, los mismos modos en los que vive la cárcel y que propone la cárcel a los internos tiene.
La primera es el estudio. Tener una cabeza bien organizada, saber lo que significa nuestro propio corazón y no ser analfabetos afectivamente. El estudio es fundamental y por eso la cárcel propone, dentro dentro de sus múltiples actividades, talleres de alfabetización para los que son analfabetos -porque todavía existen en España analfabetos- talleres de escuela para aquellos que no se han sacado el graduado escolar, para aquellos que no tienen el bachillerato, y después también la posibilidad a través de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) de poder sacar una carrera.
Después, otro tema fundamental es el trabajo. La cárcel que yo más conozco es la de Estremera. Allí tienen una fábrica que hace piezas y componentes para ascensores. Y después también hay trabajos que tienen que ver con el propio funcionamiento de la cárcel como el mantenimiento, la limpieza, la pintura… El trabajo lo que hace es tener un objetivo en la vida. Al final, focalizar a la persona, tener un motivo por el cual levantarse, tener una esperanza y una ilusión que no le haga pasar el tiempo tirado en un patio como si fuera un deshecho.
Y el tercero, que a mí me parece que es el más fundamental, es la familia, tener a alguien que te apoye. Nosotros hemos sido creados en comunidad y estamos llamados a la comunidad. Las familias muchas veces se rompen cuando un interno entra dentro de prisión por las culpas y las acusaciones que tienen que ver con el delito, y es normal. La Iglesia hace un gran papel en el acompañamiento, en la escucha y en la acogida de aquellos que tienen o que no tienen familia pero para intentarles hacer vivir su condena lo más familiar, lo más amable y lo más agradable posible. Allí donde no hay una familia, la Iglesia intenta suplirlo a través de sus actividades, de su acogida y de su comprensión.
¿Cómo puede cualquier cristiano ayudar a esa reinserción?
Lo primero es, evidentemente, la oración. Tener dentro de nuestro corazón ese deseo, esa llamada de que todo progrese y todo tiene que llegar a todos. También a los últimos, también a los descartados.
Es fundamental la desestigmatización. Al final, el interno, el preso siempre vive con un estigma, con una carga. Vive su cautiverio, por muy justo que sea, como una gran marca que debe de llevar de por vida. Nosotros debemos pensar que ya han pagado su condena, el juez cuando les deja salir de prisión es porque ya han cumplido su condena. Nosotros no somos quiénes para volverles a echar una condena encima.
Hay muchas circunstancias y muchas posibilidades por las que pudiéramos nosotros también acabar en la cárcel. A mí siempre me gusta hablar en este sentido de una experiencia propia. Entré yo enfadado por una cuestión muy menor, seguro, en la cárcel un día y uno de los internos me dijo «tenga cuidado, padre, porque estas puertas, las puertas de esta casa, están abiertas para todos y siempre». Debemos intentar mirar a los demás con la realidad que tienen, que es como hermanos nuestros y como hijos de Dios, como personas dignas. Hay que intentar desestigmatizar todo lo que tiene que ver con la cárcel. Y las películas, las series y las canciones me parece a mí que nos han hecho mucho daño.
¿Cómo celebra la pastoral penitenciaria de la diócesis de Alcalá el día de la Merced?
En el día de la Merced nosotros nos unimos a las iniciativas que tiene cada centro porque en cada uno suele haber una celebración en la que el director, los funcionarios y el resto del personal intentan hacer un día diferente, salir de la rutina, que siempre es muy positivo.
Y otra de las cuestiones siempre que nosotros intentamos incentivar es tener una celebración en la que solemos invitar al obispo o a los vicarios para que los internos se sientan significados, representados y acompañados en su dignidad en un día tan importante como es el día de la Merced, como es este día en el cual celebran su patrona, celebran que tienen una Madre en la cual se pueden apoyar y nunca les defrauda.