Con motivo del XXVII Aniversario del fallecimiento del P. Domingo Solá, fundador de la Obra Misionera Ekumene, el pasado sábado día 10 de febrero, el Sr. Obispo celebró la Eucaristía en la Parroquia de San Bartolomé, de Alcalá de Henares, con la comunidad parroquial y los miembros de la familia de Ekumene. A continuación, transcribimos la homilía del Sr. Obispo:
Queridos hermanos sacerdotes, querida familia de Ekumene y hermanos todos:
En el Evangelio acabamos de escuchar la curación de un leproso por parte de Jesús. Hemos contemplado la humildad y confianza del leproso, que se acerca a Jesús de rodillas y le dice: “Señor, si quieres, puedes limpiarme”. Y también hemos podido contemplar la compasión y la audacia de Jesús que, extendiendo la mano, toca al leproso con estas palabras: “Quiero, queda limpio”.
En la Sagrada Escritura, más que una enfermedad física, la lepra tenía un contenido simbólico. Era una enfermedad espiritual y muy humillante. Un leproso no podía asistir al templo, se consideraba apartado de Dios, como castigado por Dios. Se trataba además de una enfermedad humillante, por ser tan contagiosa. El leproso debía caminar con la ropa rasgada, despeinado y gritando: “¡impuro!”, para que nadie se le acercara. Si alguien tocaba a un leproso, aunque no se contagiara de la enfermedad, sí contraía la impureza legal, que le impedía asistir a los actos religiosos. Un enfermo, normalmente, necesita cuidado, cercanía, atención. Los leprosos recibían todo lo contrario: desprecio y segregación.
Jesús realiza, por lo tanto, un gesto prohibido: tocar a un leproso. No tiene miedo al contagio, le preocupa más el estado de postración del enfermo. Jesús sabe que su pureza es mucho más contagiosa que la impureza de la lepra, por lo que cura al enfermo y lo purifica.
Hoy celebramos el XXVII Aniversario del fallecimiento del P. Domingo Solá, fundador de Ekumene, que, como Jesús, tuvo la audacia de acercarse a la lepra social de su tiempo, en la post-guerra española, en la que abundaba la pobreza, la incultura, el analfabetismo y la indiferencia religiosa.
El P. Solá fue un adelantado de su tiempo, porque vio que debían ser los laicos los que remediaran esta situación. El Vaticano II ha destacado el papel esencial que tienen los laicos en la misión de la Iglesia, pero este papel no estaba tan claro en los comienzos de Ekumene. Un jesuita, el P. Morales, dirá que había llegado la “hora de los laicos”, pero esto no estaba muy claro para todo el mundo. El P. Solá sí que lo vio claro. Tenían que ser los seglares, en comunidad, con la fuerza de la consagración bautismal los que respondieran a los desafíos pastorales de la Iglesia.
De esta manera, comienzan a surgir las primeras obras de Ekumene: la atención espiritual, social y cultural de los desfavorecidos, con talleres de oficios, materiales pedagógicos para las escuelas, residencias universitarias, publicaciones, etc. Lo importante era la promoción de las personas. Pronto se dio el salto las misiones, en África y en Méjico.
El P. Solá solía decir a los miembros de Ekumene: “sed adelantados a vuestro tiempo como yo he pretendido hacerlo en el mío”. Y también les decía: “hacer el Reino de Dios cambia cada día con arreglo al momento histórico que vivimos”.
En nuestros días, la Obra Misionera Ekumene sigue siendo profética. Su mismo nombre significa “casa común”, a cuyo cuidado nos está invitando el Papa Francisco con tanta insistencia. La razón de ser de Ekumene es entenderse, para compartir y promocionar a las personas. Es el mensaje de la encíclica Fratelli tutti, del Papa Francisco. Por ahí hemos de ir. Como nuevo Obispo de Alcalá de Henares quiero agradecer a Ekumene todo lo que ha hecho y hace por la diócesis. Ekumene está en Alcalá desde 1994, tres años después de la refundación de la diócesis. Se puede decir que Ekumene ha estado siempre en Alcalá, por eso hoy damos gracias a Dios y pedimos para Ekumene muchas y santas vocaciones. Dios os bendiga.
+ Antonio Prieto Lucena
Obispo complutense